El
mundo parece haberle declarado la guerra al azúcar. Los refrescos, la bollería,
las salsas o los helados han ocupado el lugar del tabaco y ahora son
considerados como el nuevo demonio para la salud. Pero… ¿Es para tanto?
¿Realmente el azúcar refinado hace tanto daño a la salud como dicen? Existen
multitud de estudios que advierten del peligro de la ingesta excesiva de esta
sustancia. Pero por si el lado científico no fuera suficiente, también abundan
los relatos de personas que han dejado de consumirlo y han experimentado una
gran mejora en su vida.
Como
el del periodista y escritor Michael Grothaus, que acaba de publicar en la web
Fast Company su experiencia al renunciar
al azúcar, y que se ha convertido en un fenómeno viral.
Grothaus
empieza explicando que siempre ha sido una persona con tendencia a engordar.
“Incluso me obligué a escribir un artículo sobre dietas para poder adelgazar 36
kilos”. Una vez pasado este trance con éxito, confiesa que dejó de preocuparse
por la comida. Consumía brownies, pasta, cereales y carne, todo con moderación:
“pensaba que con tomar menos de 2.000 calorías al día me iba a mantener en mi
peso”.
Pero
una amiga suya dietista le advirtió que aunque consumía una cifra adecuada de
calorías, se estaba pasando con las denominadas calorías vacías, las
provenientes sobre todo de productos que contenían azúcar refinado. Como relata
Michael, “me advirtió que casi todos los alimentos preparados y que eran bajos
en grasas tenían un exceso de azúcar. También las salsas y las bebidas del
Starbucks. Y que toda esa cantidad de azúcares básicamente nos volvía idiotas y
nos hacía tomar malas decisiones”.
Ante
esta información, el periodista se mostró escéptico. ¿Qué tiene que ver la
capacidad de concentración con el azúcar? Su amiga dietista le dijo que había
una forma de demostrar la existencia de esa relación: debía dejar de consumir
azúcar durante dos semanas y así podría ver cómo cambia su cuerpo y su mente.
El
hombre aceptó el reto, y no tardó en darse cuenta de lo difícil que iba a ser
poder cumplir con su palabra: “Prácticamente toda la comida empaquetada tiene
azúcar refinado. Por ejemplo, un Big Mac tiene 85 gramos de azúcar, o lo que es
lo mismo, el 236% de lo que necesita un adulto al día. Así que voy a tener que
dejar de tomar mi ‘premio’ dulce diario, los yogures, la leche y el azúcar del
café, la pasta y el pan blanco”.
La
dieta que consumió durante los 15 días que duró la prueba consistió en verduras
frescas, carne de pollo y de ternera, pescado, pasta y cereales integrales, y
por último, arroz. Tampoco se privó de fuentes naturales de azúcar, como la
fruta. Ni dejó de tomar sus 2.000 calorías diarias.
El
primer día, todo fue fácil. “Tomé mucha fruta, un pescado para comer y un
filete con verduras para cenar. No tomé café con leche y no pasó nada
destacable. Pero el segundo día empecé a tener un intenso dolor de cabeza. A
pesar de haber desayunado fuerte -huevos y cereales- me sentía exhausto, ago
que nunca me pasaba”.
Esta
desagradable sensación duró varios días. “Sentía un mareo continuo y una
intensa necesidad de azúcar. Contacté con una nutricionista llamada Rebecca
Boulton, experta en azúcar, y me dijo que mi cuerpo estaba pasando por una
especie de síndrome de abstinencia. Me encontraba en un periodo de ajuste, y
los picos de abstinencia iban a durar algunos días más”.
El
peor momento llegó el cuarto día. “Me sentía deprimido e irritable. Era incapaz
de concentrarme en las tareas más sencillas. Habría vendido mi alma por un
brownie”. Boulton explica que “en esa fase, el cuerpo está intentando buscar la
fuente de energía que tenía con el azúcar, y como no la encuentra, la demanda y
genera esa sensación de displacer”.
Todo
cambió el sexto día. “La neblina desapareció. Ya no estaba mareado y de repente
pensaba con tremenda claridad, sin estar enfadado. Esto se tradujo en una mayor
productividad. Buscaba más historias para mi trabajo y me sentía con mucha
energía. Absorbía la información mucho más rápido. Me sentía más listo”.
Estos
no fueron los únicos beneficios. “A partir del sexto día, empecé a dormir mucho
mejor. Tardaba 10 minutos en dormirme, cuando antes no lo hacía en menos de 30
minutos de meterme en la cama. Además, descubrí que había perdido peso: 5 kilos
en dos semanas”. Boulton explica que el periodista había perdido peso gracias a
no tener picos de insulina, la sustancia que segrega el cuerpo para poder
controlar el azúcar en sangre, su cuerpo era capaz de digerir mejor los
alimentos que consumía.
Por
último, Grothaus destaca que lo mejor de haber dejado el azúcar es que se
sentía mucho más feliz y equilibrado psicológicamente. …”.
Fuente:
https://es-us.vida-estilo.yahoo.com/post/128269615128/felicidad-productividad-y-descanso-los
M.C.
Enrique Ruiz Díaz.
Con título y cédula profesional
5632071 en la Maestría en Ciencias de la Computación.
Egresado del Instituto Tecnológico de Orizaba, Veracruz, México.